El aroma ahumado de pimientos asándose sobre brasas calientes me transporta inmediatamente a los veranos en casa de mi abuela en las afueras de Navarra. Todavía puedo verla, inclinada sobre una parrilla improvisada en el patio trasero, girando pacientemente cada pimiento hasta que su piel se arrugaba y ennegrecía perfectamente. «La magia está en la paciencia, Alex,» me decía mientras envolvía los pimientos calientes en papel de periódico, un truco ancestral que facilita el pelado y concentra sus sabores naturales. Esta técnica, aunque sencilla, transforma un humilde pimiento en una delicatessen que rivaliza con platos mucho más elaborados como la escalivada catalana, otro tesoro de nuestra gastronomía mediterránea.
🌶️ La esencia del pimiento a la parrilla tradicional
Los pimientos asados representan la quintaesencia de la cocina española rural: ingredientes sencillos elevados a lo sublime mediante técnicas precisas transmitidas de generación en generación. Mientras que platos como el arroz caldoso español basan su complejidad en la alquimia de múltiples ingredientes, los pimientos asados brillan por su minimalismo.
Necesitarás 4 pimientos grandes (prefiero 2 rojos y 2 verdes para un contraste visual y de sabor), 60 ml de aceite de oliva virgen extra, 2 dientes de ajo finamente laminados (opcional), sal marina en escamas, y para quienes buscan un toque extra de complejidad, una cucharadita de pimentón ahumado.
🔥 El ritual del fuego: técnica ancestral
El proceso es tan importante como los ingredientes. Comienza lavando meticulosamente los pimientos y secándolos por completo—la humedad externa es enemiga de un buen asado. A diferencia de la preparación necesaria para hacer croissants franceses caseros que requieren días de planificación, esta receta brilla por su inmediatez.
- Prepara una parrilla con carbón vegetal hasta que las brasas estén al rojo vivo (aproximadamente 200-220°C/400-425°F).
- Coloca los pimientos directamente sobre la parrilla caliente. La proximidad al fuego es crucial—no temas a las llamas ocasionales que lamen la piel.
- Gira cada pimiento con pinzas de cocina cada 4-5 minutos, asegurando una cocción uniforme. El proceso completo tardará entre 25-30 minutos.
- La piel debe ampollarse y ennegrecerse en varios puntos—estas marcas de caramelización son tesoros de sabor, no imperfecciones.
📌 Nota del Chef: El secreto mejor guardado de mi abuela era usar papel de periódico para envolver los pimientos recién salidos de la parrilla. El papel retiene el calor y la humedad, facilitando enormemente el pelado posterior. Si no tienes periódico, usa papel de aluminio con resultados similares, aunque menos auténticos.
🧠 Finalización: donde la técnica se convierte en arte
Después de unos 10 minutos envueltos, llega el momento delicado del pelado. A diferencia del meticuloso proceso de capas que requiere una Quiche Lorraine clásica, aquí la rusticidad es virtud:
- Pela los pimientos con las manos, trabajando sobre un cuenco para capturar los preciosos jugos.
- Retira las semillas y corta en tiras de 2 cm/¾ pulgada de ancho.
- Dispón en una fuente, vierte los jugos recolectados, añade el ajo laminado si lo usas.
- Finaliza con un chorrito generoso de aceite de oliva y sal en escamas al gusto.
Para una presentación más sofisticada, puedes disponerlos en abanico, alternando colores, y espolvorear ligeramente con pimentón para un toque visual y de sabor que recuerda al pisto manchego y sus intensos sabores concentrados.
🍽️ Del huerto a la mesa: el momento de disfrutar
Los pimientos a la parrilla pueden servirse inmediatamente calientes, a temperatura ambiente, o incluso fríos del refrigerador al día siguiente—cada temperatura revela matices diferentes. En mi restaurante los presento tibios, acompañados de pan de masa madre para mojar en ese elixir de aceite, jugos naturales y notas ahumadas.
Para quienes buscan alternativas a los pimientos tradicionales, los pimientos italianos largos ofrecen una dulzura diferente, aunque requerirán menos tiempo de cocción (18-20 minutos). También funcionan perfectamente los pimientos del piquillo enlatados de buena calidad, simplemente calentándolos brevemente en la parrilla para impartir ese aroma ahumado característico.
Al final, los pimientos asados nos recuerdan que la verdadera cocina no radica en técnicas complicadas como las que requieren platos más elaborados, sino en el respeto por el ingrediente y la paciencia para dejarlo expresarse plenamente. Como decía mi abuela: «Un buen pimiento asado no necesita más compañía que un trozo de pan y quizás un buen vino tinto.» Y después de dos décadas cocinando en restaurantes por todo el mundo, no puedo más que darle la razón. La simplicidad, cuando se ejecuta con perfección, es el lujo más grande de todos.