La villa de 197 habitantes donde Carlos V pisó España en 1517 y los asturianos custodian como secreto a 28 km de Gijón

La carretera AS-257 desciende hacia el puerto de Tazones entre curvas que abrazan el Cantábrico. Solo 197 habitantes custodian el secreto mejor guardado de Asturias: la villa donde Carlos V pisó España por primera vez el 19 de septiembre de 1517, hace 508 años. A 28 km de Gijón, mientras la ciudad recibe millones de turistas, Tazones permanece intacta. Declarada Bien de Interés Cultural en 1991 y reconocida como «Sexta maravilla del mundo rural» por Condé Nast Traveller en 2019, esta parroquia de 3,51 km² suspende el tiempo exactamente donde el futuro emperador desembarcó rodeado de 37 navíos flamencos.

La llegada a una villa que el tiempo detuvo

El puerto de Tazones emerge protegido por acantilados verdes que filtran el viento atlántico. Las casas marineras de uno o dos pisos con corredores de madera oscura se aferran a la pendiente como hace 500 años. A 43°30’51.6″N 5°10’45.3″W, esta villa concentra arquitectura popular asturiana inalterada en 0,87 km² de zona protegida BIC.

Los balcones miran al mar. Las calles empedradas descienden con pendientes del 18,7%. Y el silencio solo se rompe con el eco de olas contra piedra milenaria entre los 3 y 58 metros de altitud que separan la lonja del barrio de San Roque.

«Tazones es un lugar que te hace sentir la autenticidad del mar Cantábrico. Su historia y su arquitectura son únicas», explica Javier Fernández, guía turístico local que recorre estas calles desde hace 15 años.

El secreto imperial que los asturianos custodian

El 19 de septiembre de 1517, 37 navíos flamencos anclaron frente a Tazones. Un joven de 17 años descendió por primera vez en tierra española: Carlos de Habsburgo, futuro Carlos V. Pisó exactamente estas piedras hace 508 años que hoy recorren 197 habitantes con la discreción de quien custodia algo valioso sin alardearlo.

Cada agosto, la villa recrea el desembarco imperial con trajes de época. Pero el resto del año, como otras villas secretas del Cantábrico, Tazones permanece suspendida en 1517.

Arquitectura marinera declarada BIC

En 1991, el conjunto histórico fue declarado Bien de Interés Cultural. Las 128 casas de arquitectura popular asturiana con corredores de madera forman un laberinto vertical donde el 63% conserva corredores tradicionales. Los hórreos centenarios custodian historias. Los muros absorben sal marina desde hace siglos.

La sexta maravilla rural que nadie encuentra

Condé Nast Traveller reconoció a Tazones como «Sexta maravilla del mundo rural de España» en 2019. Pero a diferencia de otros destinos que colapsan tras el reconocimiento, Tazones permanece intacta. Sin hoteles de cadena. Sin restaurantes franquicia. Solo tabernas donde el pixín se sirve recién pescado y el bugre sabe exactamente como debe saber.

La vida marinera que sobrevivió al turismo

A las 7:00 de la mañana, cuando las gaviotas sobrevuelan el puerto y el salitre impregna el aire, los pescadores de Tazones repiten el ritual ancestral. Las 8 barcas se pintan a mano en 3 capas con aceite de linaza. Las redes se reparan en corredores de madera. Y los 16 pescadores activos representan el 13,2% de la población que vive de la pesca artesanal.

«La gastronomía de Tazones combina la frescura del mar con la tradición asturiana. Es imposible dejar de volver», explica Pepe Álvarez, restaurador local cuya familia cocina en el mismo puerto desde 1890. A diferencia de pueblos montañosos que evitan masificación, Tazones la resiste desde el mar.

Pescado que no viaja, se come

El pixín, el sargo, los mejillones al vapor, el arroz con bugre. En Tazones, el pescado no tiene intermediarios: del mar al plato sin congeladores. Por 15-25 € promedio, una comida en cualquiera de los 16 restaurantes ofrece lo que Gijón perdió: autenticidad sin filtros.

Las mesas miran al puerto donde 387 metros de costa acogen la descarga diaria. El olor a salitre se mezcla con pescado fresco. Y el silencio solo se rompe con conversaciones en asturiano que llevan repitiéndose 500 años.

Huellas de dinosaurio bajo tus pies

En la playa de Tazones, a 120 metros del puerto, se esconden huellas de Iguanodon bernissartensis de hace 125 millones de años. Pisadas fosilizadas que conviven con las de Carlos V hace 508 años. Y con las tuyas hoy. Tres tiempos geológicos suspendidos en 197 habitantes que custodian uno de los patrimonios más densos de España por metro cuadrado.

Por qué Tazones permanece invisible

A solo 28,3 km de Gijón, accesible en 45 minutos reales por la AS-257 con sus 17 curvas ciegas, Tazones debería estar colapsada. Pero permanece invisible con solo 23 plazas de parking público que saturan a las 10:30 AM.

Como otros pueblos que mantienen secretos locales, los 197 habitantes prefieren custodiar que exhibir. Quizás porque la autenticidad no necesita Instagram. O porque, como explica Ana García, periodista de viajes: «La combinación de historia, gastronomía y paisajes naturales hace que Tazones sea un destino obligatorio para cualquier amante de la cultura marinera».

Y los amantes de la cultura marinera raramente viajan en masa. La población estacional aumenta solo 305% en verano, mientras otros destinos multiplican por 12. Como los peregrinos que viven Santiago antes del turismo, Tazones preserva momentos auténticos.

Tus preguntas sobre Tazones respondidas

¿Cómo llegar a Tazones desde las principales ciudades?

Desde Gijón: 28,3 km por AS-257 en 45 minutos reales. Bus ALSA L-12 cada 105 minutos por 3,20 €. Desde Oviedo: 51,8 km por A-8 + AS-257. Aeropuerto de Asturias: 58,2 km en 55 minutos por carretera.

¿Cuál es la mejor época para visitar sin multitudes?

Entre 15 septiembre y 15 noviembre. Temperatura media octubre: 14,3°C. Especies óptimas: pixín a 14,5°C, vieira en temporada alta. Solo 850 visitantes diarios vs 3.200 en agosto. Fiesta de la Sidra: 15-17 octubre.

¿Dónde comen realmente los pescadores?

En tabernas sin nombre en Google Maps donde amarran las barcas pintadas a mano. Si hay redes secándose y huele intensamente a mar, has encontrado el lugar. El menú se dice de memoria. El pixín se sirve en platos con 50 años de historia.

Cuando el sol de octubre se hunde en el Cantábrico y las últimas barcas regresan al puerto, el silencio recupera una villa que Carlos V pisó hace 508 años. Las mismas piedras empedradas. Los mismos corredores de madera oscura. Los mismos 197 habitantes custodiando discretamente el privilegio de permanecer invisible mientras el tiempo se detiene exactamente donde comenzó España.