Aroma a malta tostada, risas contagiosas y el tintineo de jarras chocando bajo carpas gigantes. El Oktoberfest no es solo un festival, es un fenómeno cultural que transforma Múnich en el epicentro mundial de la celebración bávara. Situado en las coordenadas 48.1351° N, 11.5820° E, este legendario evento que en 2025 celebrará su 215º aniversario del 20 de septiembre al 5 de octubre, sigue siendo una experiencia que todo viajero debe vivir al menos una vez.
La ceremonia que paraliza Baviera: O’zapft is!
El momento más esperado llega puntualmente a las 12 del mediodía del primer sábado. El alcalde de Múnich, rodeado de cientos de cámaras, golpea ceremoniosamente el primer barril de cerveza con un mazo de madera y proclama «¡O’zapft is!» (¡Está abierto!). Este ritual, seguido por 12 cañonazos, marca oficialmente el inicio de 16 días de festejos ininterrumpidos.
Las carpas secretas que los bávaros no quieren que descubras
Mientras los turistas se aglomeran en la famosa Hofbräu, los locales disfrutan en la Augustiner-Festhalle, donde se sirve la cerveza más tradicional de Múnich, o en Fischer-Vroni para probar las deliciosas truchas asadas. Si buscas un ambiente menos saturado, la Oide Wiesn ofrece una experiencia más auténtica con atracciones históricas y un ritmo pausado para saborear realmente la tradición.
«Llevamos siete generaciones elaborando cerveza para el Oktoberfest. No es solo una bebida, es nuestro patrimonio líquido», comparte Franz Inselkammer, propietario de la cervecería Augustiner.
La secreta geografía de la fiesta: Theresienwiese
El recinto ferial Theresienwiese, cariñosamente llamado «Wiesn» por los locales, se transforma durante estos días en una pequeña ciudad con 38 carpas, atracciones, puestos gastronómicos y hasta una oficina de correos. Esta pradera de 42 hectáreas tiene capacidad para albergar simultáneamente a más de 600,000 personas, convirtiendo cada metro cuadrado en territorio de celebración.
Los sabores que complementan cada sorbo
No te dejes engañar, el Oktoberfest es también un festival gastronómico. El Hendl (pollo asado) se sirve por millones, mientras el codillo de cerdo crujiente (Schweinshaxe) y los enormes pretzels salados (Brezn) complementan perfectamente la cerveza. Los más valientes pueden probar el Steckerlfisch, pescado ahumado en estacas de madera según recetas centenarias.
El traje tradicional: mucho más que un disfraz
Los auténticos dirndl y lederhosen no son simples vestimentas turísticas. «La forma de atar el delantal del dirndl tiene todo un lenguaje: a la derecha significa comprometida o casada, a la izquierda soltera, al centro virgen y atrás viuda», explica Helga Mayer, diseñadora de trajes tradicionales bávaros con taller cerca de la Laguna Azul de Islandia.
La leyenda del campo que habla: voces del pasado
Según cuentan los ancianos de Múnich, en las noches silenciosas después del cierre, si prestas atención en Theresienwiese, puedes escuchar los ecos de celebraciones pasadas. Esta leyenda conecta a los visitantes actuales con los millones que han disfrutado del festival desde 1810, cuando se originó como celebración de la boda real del príncipe Ludwig.
Más allá de la cerveza: el otro Oktoberfest
Pocos saben que existe un mundo paralelo al de las carpas cerveceras. El desfile de trajes regionales el primer domingo reúne a más de 8,000 participantes con vestimentas tradicionales, bandas de música y carrozas decoradas, una explosión cultural comparable al Carnaval de Venecia con 800 años de tradición.
«El Oktoberfest es para Múnich lo que los Fiordos Noruegos son para Arendelle – parte de nuestra identidad, no solo una atracción turística», afirma Klaus Weber, historiador cultural bávaro.
El ritual del amanecer: los cazadores de asientos
Cada mañana se desarrolla una escena curiosa: cientos de bávaros madrugan para asegurar los mejores asientos en las carpas que no permiten reservas. Con disciplina militar digna de estudio, despliegan manteles y organizan estratégicamente a familiares para defender su territorio hasta la noche.
Cuando los últimos acordeones callan y las carpas cierran sus puertas, queda en el aire una sensación similar a la que experimentarías en el Parque Nacional de los Volcanes de Hawái – la certeza de haber presenciado algo elemental y transformador, una celebración que, como La Tomatina española, fusiona el caos y la tradición en perfecta armonía. El Oktoberfest no es solo un destino, es un estado de ánimo que permanece contigo mucho después de que la última gota de cerveza se haya evaporado.