Esta ciudad emergente esconde un metro-museo soviético y una torre giratoria a 375 metros (el secreto mejor guardado de Asia Central donde los nómadas digitales encuentran refugio)

Entre mezquitas centenarias y rascacielos futuristas, Tashkent emerge como el secreto mejor guardado de Asia Central. Esta metrópolis uzbeka de 2.5 millones de habitantes está transformándose en el nuevo paraíso para nómadas digitales que buscan autenticidad en un mundo hiperconectado. A diferencia de los saturados destinos asiáticos, aquí las maravillas arquitectónicas y culturales todavía se disfrutan sin multitudes, mientras la infraestructura moderna crece a pasos agigantados.

El metro subterráneo que es un museo de arte soviético

Inaugurado en 1977, el Metro de Tashkent no es solo transporte público; es una asombrosa galería subterránea. Cada estación cuenta con diseños únicos que narran la historia uzbeka a través de mosaicos deslumbrantes y arquitectura soviética. La estación Kosmonavtlar, dedicada a la exploración espacial, transporta a los visitantes al cosmos con sus paredes azul profundo salpicadas de medallones de cosmonautas.

«Nuestro metro fue diseñado como palacio subterráneo para el pueblo», explica Aziza, guía local. «Hasta 2018 estaba prohibido fotografiarlo por considerarse instalación militar estratégica, así que muchos uzbekos lo ven como un tesoro recién revelado al mundo».

La plaza que guarda el espíritu de Tamerlán

En el corazón de Tashkent se alza imponente la Plaza Amir Temur, dominada por la estatua ecuestre del legendario conquistador que fundó un imperio desde esta región. Rodeada por edificios administrativos, el Museo de Historia Timurid y el característico reloj Tashkent Chimes, esta zona es el epicentro donde los locales se reúnen al atardecer.

El restaurante giratorio a 375 metros de altura

La Torre de Televisión de Tashkent se eleva como un centinela moderno sobre la ciudad. Su plataforma de observación ofrece vistas panorámicas de 360° que se extienden hasta las montañas Tian Shan en días despejados. El restaurante giratorio en su parte superior permite disfrutar de la cocina uzbeka tradicional mientras contemplas una ciudad que cambia constantemente ante tus ojos.

El mercado milenario donde el tiempo se detuvo

El Bazar Chorsu representa el alma comercial de Tashkent desde hace siglos. Bajo su característica cúpula azul turquesa, vendedores ofrecen desde especias aromáticas hasta las famosas sedas uzbekas. Los pasillos laberínticos revelan artesanos trabajando el metal como sus antepasados, mientras el aroma de pan recién horneado y cordero a las brasas inunda el ambiente.

«Chorsu significa ‘cuatro caminos’ en persa antiguo. Aquí, durante siglos, se han cruzado mercaderes de China, India, Persia y Rusia», comenta Dilshod, comerciante de tercera generación.

El complejo religioso que guarda un tesoro mundial

El Complejo Khazret Imam alberga uno de los manuscritos más valiosos del mundo: el Corán del Califa Uthmán, considerado el tercer ejemplar más antiguo existente. Este libro sagrado, manchado según la leyenda con la sangre del propio califa, descansa en una cámara especial dentro de la madrasa Mui Mubarak, rodeado de mezquitas centenarias y mausoleos de santos sufíes.

El paraíso para nómadas digitales con costos europeos de 1990

Con apartamentos modernos por menos de $500 mensuales y comidas completas por $5, Tashkent ofrece una calidad de vida inigualable para trabajadores remotos. La infraestructura digital mejora constantemente, con cafés equipados con WiFi y espacios de coworking emergiendo en barrios como Mirabad.

La perla oculta para los amantes del spa termal

Pocos visitantes conocen los baños termales de Tashkent, herederos de una tradición que mezcla influencias turcas y rusas. El hammam Khadja ofrece tratamientos tradicionales donde maestros bañeros aplican técnicas centenarias para revitalizar cuerpo y espíritu en estancias decoradas con mosaicos que cambian de tonalidad según la temperatura.

Al pasear por Tashkent, descubres una ciudad que respira optimismo, donde ancianos juegan ajedrez bajo plataneros centenarios mientras jóvenes programan aplicaciones en cafeterías modernas. Esta capital centroasiática representa el futuro del turismo post-pandémico: auténtica, asequible y sorprendentemente acogedora, esperando ser descubierta por viajeros que buscan experiencias transformadoras lejos del turismo masificado.