Con apenas 300 habitantes, Frías ostenta el título de la ciudad más pequeña de España, un tesoro medieval encaramado dramáticamente sobre un peñasco rocoso en Burgos. Este diminuto enclave castellano, coronado por un imponente castillo que parece brotar de la misma roca, ofrece una de las estampas más sorprendentes y menos conocidas del norte peninsular.
Un castillo entre cielo y tierra
El Castillo de los Duques de Frías se yergue majestuoso sobre «La Muela», un impresionante peñón calizo que domina todo el valle del Ebro. Construido inicialmente en el siglo X como atalaya defensiva contra los musulmanes, este baluarte «roquero» representa uno de los mejores ejemplos de arquitectura militar medieval de Castilla.
«Nuestro castillo no se construyó sobre la roca; nace de ella, como si la propia montaña hubiera decidido convertirse en fortaleza», explica Antonio, guía local de la villa.
Sus torres circulares, muros defensivos y plaza de armas con foso transportan instantáneamente al visitante a tiempos de caballeros y batallas épicas, mientras ofrecen vistas panorámicas que abarcan kilómetros de paisaje castellano.
Las casas que desafían la gravedad
Si el castillo impresiona por su altura, las casas colgadas de Frías dejan sin aliento por su audacia arquitectónica. Estas construcciones medievales literalmente se asoman al vacío, aferradas al borde del precipicio con sus estructuras de madera y piedra que parecen suspendidas en el aire.
Comparables a las famosas casas colgantes de Cuenca, estos edificios representan un prodigio de ingeniería medieval que ha sobrevivido siglos desafiando las leyes de la gravedad.
La menor de las ciudades españolas
A pesar de su diminuto tamaño, Frías posee el título de ciudad desde 1435, cuando el rey Juan II de Castilla le concedió este privilegio. Esto convierte a este pueblo burgalés en la ciudad más pequeña de España, un curioso hecho que añade encanto a su ya de por sí fascinante historia.
«Somos pocos, pero nuestra historia pesa más que muchas grandes urbes», comenta orgullosa María, vecina de la villa desde hace siete décadas.
Un laberinto medieval perfectamente conservado
Callejuelas empedradas se entrelazan formando un entramado urbano medieval excepcionalmente conservado. La iglesia de San Vicente, con su robusta torre, completa junto al castillo y las casas colgadas el trío de joyas arquitectónicas que convierten a Frías en un museo al aire libre.
Puente fortificado sobre el Ebro
A los pies del peñón, el puente medieval sobre el río Ebro representa otro de los tesoros patrimoniales de Frías. Sus arcos ojivales y su torre defensiva central atestiguan la importancia estratégica que tuvo esta ruta durante siglos como paso entre la meseta castellana y la costa cantábrica.
El encanto de lo auténtico
A diferencia de otros destinos medievales españoles, Frías conserva una autenticidad raras veces encontrada. Sus edificios no son reconstrucciones turísticas sino auténticos vestigios habitados y cuidados por generaciones de vecinos que mantienen viva el alma de este enclave.
Este diminuto rincón de Castilla ofrece al viajero una inmersión total en un pasado que se resiste a desaparecer, lejos del bullicio de las rutas turísticas masificadas y con la promesa de una experiencia genuinamente medieval.
Entre naturaleza e historia
El entorno natural que rodea Frías complementa perfectamente su patrimonio histórico. El valle de Tobalina, bañado por el Ebro y protegido por montañas, crea un marco paisajístico espectacular para esta joya castellana.
Como susurran los lugareños, Frías no es solo un lugar para visitar; es un secreto medieval que, una vez descubierto, permanece grabado en la memoria como uno de esos lugares mágicos donde el tiempo parece haberse detenido hace siglos, esperando pacientemente a ser redescubierto por viajeros curiosos dispuestos a dejarse sorprender por la más pequeña de las ciudades españolas.