Esta fortaleza medieval emerge del Mediterráneo: el tercer trono papal del mundo donde un pontífice rebelde desafió al Vaticano durante 29 años

Suspendida entre el cielo y el mar, Peñíscola emerge como una visión medieval que desafía al Mediterráneo español. Este antiguo bastión templario, conocido como «la ciudad en el mar», representa uno de los tres únicos lugares del mundo que han servido como sede papal oficial, junto al Vaticano y Aviñón. Su fortaleza de piedra dorada, construida entre 1294 y 1307, parece brotar directamente de las aguas turquesas, creando una silueta que ha cautivado a cineastas, historiadores y viajeros durante siglos.

La fortaleza que conquistó a Hollywood

El majestuoso Castillo del Papa Luna en Peñíscola no solo es un monumento histórico, sino una estrella cinematográfica por derecho propio. Sus almenas han servido como escenario para épicas producciones como «El Cid» y, más recientemente, transformado en la ciudad de Meereen para la aclamada serie «Juego de Tronos». A 64 metros sobre el nivel del mar, sus murallas de 20 metros de altura ofrecen vistas panorámicas que cortan la respiración.

Un papa obstinado y su legado eterno

La historia más fascinante de Peñíscola gira en torno a Pedro Martínez de Luna, conocido como el Papa Benedicto XIII o «Papa Luna». Durante el Cisma de Occidente, este aragonés se negó a renunciar a su papado, refugiándose en esta fortaleza marina.

«Yo soy el verdadero Papa aunque me quede solo, como el único superviviente del diluvio», declaró obstinadamente el Papa Luna, resistiendo en su fortaleza hasta su muerte en 1423.

El laberinto medieval que susurra historias

Perderse en las estrechas callejuelas empedradas del casco antiguo es retroceder en el tiempo. Las casas encaladas, apretadas contra la muralla protectora, esconden pequeñas tiendas de artesanía, tabernas centenarias y miradores improvisados hacia el azul infinito del Mediterráneo.

El fenómeno natural que maravilla a los visitantes

Oculto entre las rocas del casco antiguo, el Bufador de Peñíscola representa uno de esos secretos que solo los lugareños solían conocer. Esta grieta natural conectada al mar expulsa columnas de agua salada durante los días de fuerte oleaje, creando un espectáculo natural que hipnotiza a quienes tienen la fortuna de presenciarlo.

Entre la historia templaria y el Mediterráneo

Pocos lugares en España combinan tan perfectamente patrimonio histórico y belleza natural. Mientras que la mañana puede dedicarse a explorar los secretos templarios del castillo, la tarde invita a disfrutar de las cristalinas aguas de la Playa Norte o aventurarse hacia calas más escondidas cercanas al Parque Natural de Cabo de Gata-Níjar, otro tesoro mediterráneo no muy lejano.

Sabores del mar y la montaña

La gastronomía peñiscolana refleja su doble naturaleza entre tierra y mar. El «suquet de peix» (guiso marinero), los arroces a banda y las paellas comparten protagonismo con los productos de la huerta valenciana, creando una experiencia culinaria que resume la esencia del Mediterráneo español.

«En Peñíscola, cada bocado sabe a historia y a sal. Nuestros platos cuentan historias de pescadores, templarios y papas», explica María Segarra, chef y propietaria de uno de los restaurantes más antiguos del casco histórico.

Un destino para todas las estaciones

Aunque el verano transforma Peñíscola en un bullicioso centro turístico, la primavera y el otoño revelan su lado más auténtico. Las puestas de sol otoñales, cuando los rayos dorados bañan las piedras milenarias del castillo, crean un espectáculo similar al que puede observarse en las Calas de Ibiza, pero con un telón de fondo histórico incomparable.

Como un barco de piedra anclado eternamente en el Mediterráneo, Peñíscola sigue navegando a través de los siglos, invitando a los viajeros a subir a bordo y descubrir que, a veces, las fortalezas más inexpugnables no son aquellas construidas para mantener alejado al mundo, sino para atraerlo hacia sus misterios, su belleza y su indomable espíritu marino.