# Esta joya medieval a 30 minutos de Zagreb esconde un pastel que los locales guardan celosamente desde 1923 (y un castillo templario con vistas a Eslovenia)

Descubriendo Samobor: La joya medieval croata que deberías visitar antes que todos

Un cuento de hadas medieval a menos de una hora de Zagreb

A primera vista, Samobor parece salido de un cuento de los hermanos Grimm. Este pintoresco pueblo medieval, a solo 30 minutos de Zagreb, esconde plazas empedradas y pastelería celestial que los croatas conocen bien pero que permanece como un secreto para el resto del mundo. Entre susurros del arroyo Gradna y el aroma inconfundible de su famosa kremšnita, Samobor ofrece una experiencia auténtica que muchos destinos europeos perdieron hace décadas.

El pastel que vale un viaje entero

Si los viajeros experimentados tienen una regla, es que algunos dulces merecen un desvío en el mapa. La kremšnita de Samobor —un sublime pastel de hojaldre relleno de crema—, es precisamente eso. Este postre de influencia austro-húngara se prepara desde 1923 en la pastelería Livadić, donde las filas de locales en domingo revelan un secreto: ninguna foto le hace justicia al equilibrio perfecto entre crujiente y cremoso que hace a este postre merecedor de peregrinaje gastronómico.

«Nuestra kremšnita sigue la receta original. Ningún croata considera que ha visitado Samobor si no ha probado este postre mientras contempla la plaza», comenta Marija, pastelera de tercera generación.

Un castillo en ruinas con vistas que quitan el aliento

El Castillo de Samobor, construido en el siglo XIII y hoy parcialmente en ruinas, domina la colina sobre el pueblo. El sendero de 20 minutos que serpentea entre árboles centenarios ofrece, al final, una vista panorámica que abarca hasta Eslovenia. Pocos turistas saben que estos muros antiguos albergaron a caballeros templarios y esconden leyendas sobre tesoros perdidos que los lugareños todavía relatan.

La calle más fotogénica que nadie conoce

En la calle Lang, bordeando el arroyo Gradna, casas de colores pastel se reflejan en aguas cristalinas mientras ancianos juegan al ajedrez bajo tilos centenarios. Esta postal viviente rivaliza con las calles más fotografiadas de Europa, pero sin multitudes empuñando selfie sticks. Los fotógrafos locales consideran el amanecer aquí como uno de los secretos mejor guardados de Croacia.

Un vermút secreto que desconcierta a sumilleres

El bermet, aperitivo local similar al vermút, esconde una receta que ha permanecido en secreto por generaciones. Esta bebida aromática, que se produce en pequeñas bodegas familiares, combina vino macerado con hierbas y especias cuya fórmula exacta se transmite exclusivamente por tradición oral. Los viajeros responsables pueden degustarlo en tabernas tradicionales como Gabreku 1929.

La joya religiosa que pocos visitantes descubren

La Iglesia de Santa Anastazija, con su impresionante fachada barroca del siglo XVII, alberga vitrales que transforman el interior en un caleidoscopio al mediodía. Lo que muchos desconocen es que oculta una cripta con tumbas de nobles locales y frescos de sorprendente colorido. Esta iglesia, menos espectacular que La Sagrada Familia, posee una belleza íntima difícil de encontrar.

«La luz que atraviesa nuestros vitrales a mediodía crea un espectáculo único. Es nuestro pequeño milagro diario», explica el párroco local, Padre Miroslav.

Cuando visitar: el secreto está en el calendario

Febrero transforma este tranquilo pueblo en escenario del famoso carnaval «Fašnik», celebrado desde 1827. Durante estos días, figuras grotescas con máscaras tradicionales desfilan entre música y bailes, culminando con la quema simbólica del príncipe del carnaval. Esta tradición, similar a las de pueblos medievales europeos, mantiene vivo el folklore croata.

Samobor ofrece una experiencia auténtica que recuerda a esas maravillas naturales donde el tiempo parece haberse detenido. En un continente donde ciudades históricas como Dubrovnik sucumben al turismo masivo, este tesoro medieval representa la Croacia genuina: hospitalaria, deliciosa y con un ritmo pausado que invita a quedarse. Ven antes que aparezca en todas las listas de tendencias y pierdas la oportunidad de decir: «Yo descubrí Samobor cuando todavía era un secreto».